La pandemia nos ha tomado por sorpresa. Durante este tiempo de impotencia, preocupación y, a veces, miedo, luchemos para transmitir esperanza, paciencia y paz, aferrándonos a la certeza de que con el Señor a nuestro lado venceremos esta situación. Nuestra oración constante es el mejor apoyo que podemos ofrecer a todas las personas que trabajan incansablemente para resolver este problema.
La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotras a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere hacer nuestra vida más humana y feliz. Por eso la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera alegría. No es dejar de vivir, sino sentirnos más vivos que nunca. Descubrir hacia donde hemos de vivir.
La capacidad de asombro de los pastores puede ser una buena disposición para iniciar el Nuevo Año. Lo contrario del asombro es la rutina. El “ya me lo sé” o el “siempre ha sido así”, que nos hace inmunes al milagro cotidiano de la vida y su señales. Que en este Nuevo Año aprendamos a ver la realidad que nos revela Jesús hecho niño en su venida, y no nos cansemos de ser portadoras de Paz, Alegría y Amor en este mundo nuestro que tanto lo necesita.