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Letter from General Prioress – St. Dominic of Guzman 2024

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St. Dominic of Guzman 2024

Dear Sisters,
In this letter, I would like to encourage, once again, all of us to enter ever deeper into the great event that the Church presents to us with the celebration of the Jubilee 2025. On the occasion of the feast of St. Catherine of Siena, we reflected on the importance of prayer in her life, which serves as a motivation for us to take part in the “symphony” of prayer to which the Holy Father wishes to  dedicate this year.

Now that the feast of Our Father St. Dominic is at hand, I would like to continue in the same reflection and think: how would St.  Dominic respond to the Pope’s call to “fan the flame of hope that has been given us, and help everyone to gain new strength and  certainty by looking to the future with an open spirit, a trusting heart and farsighted vision”, expressed in the motto “Pilgrims of  Hope”? What can we contribute to this call through our charism?

Perhaps remembering the significant features of our father, his standpoint in the face of the disturbing situations during his time can  give us light and find meaning in our own reality as well. We see political-social and ecclesial situations in different parts of the  world that make us feel incapable of facing them: ideological fanaticism which often lead to violence, movements that vindicate or  discriminate, schismatic movements within the Church itself,… These or more are for me manifestations of two profound realities  that are growing in our world: power struggle and religious ignorance.

St. Dominic confronted these two realities during his time because he was convinced that there was something beyond all of these. He possessed a hope rooted in his experience of  God and sought the divine will rather than being carried away by the prevailing social and ecclesial mindset. We know very well that what moved him to found the Order was the  existence and spread of the Albigensian heresy, a religious ignorance that led many to deviate from the truths of the Christian faith. Moreover, the increase of the followers of this  heresy resulted to a power struggle between the nobles in the south of France; hence, the crusade against the Albigensians arose, supported by the Church, whose interest was to  consolidate its power and influence in the society as a whole.

St. Dominic played a crucial role in the struggle against the Albigensian heresy but refused to participate in the crusade against the Albigensians, because he did not believe that  violence was a legitimate and effective method of dealing with heresy. Instead, he insisted on preaching as the adequate means of eradicating it. He focused his efforts on the  conversion of the people through words, teaching, and dialogue. This stance reflects his deep commitment to the search for truth and passion for evangelization that led him to walk  or travel long ways to bring the message of Christ, especially to those who had fallen into heresy. He consistently preached clearly and simply, using the Scriptures to persuade and  resonate in the people the gospel message and help them live the faith authentically. Behind this tireless work, St. Dominic cultivated a deep interior life. Prayer was his source of  strength and discernment. In those moments of communion with God, he found hope that sustained him in his mission.

I have pointed out this historical event in our father’s life so as not to be carried away by the tendency to despair that we sometimes feel in the face of difficult realities, to feel  disappointed or frustrated because it seems that our efforts do not produce the fruits we desire. I am convinced that our lifestyle is already a sign of hope if we live it in fidelity and  authenticity, showing an unshakeable trust in God.

I believe that our responsibility at this moment is to continue to spread, to sow, the message of the Gospel wherever we are, emphasizing God’s love, his mercy and the promise of  salvation, with perseverance and patience, as Pope Francis says in one of his homilies, “hope needs patience.” It is “the patience of knowing that we sow, but it is God who makes the  seed grow.” It is also very important to keep on cultivating our interior life so as not to weaken contact with the only One who can sustain us: God, the source of everything; thereby, we would radiate to all those around us the joy that comes from a profound experience of God and bear witness that hope transcends all difficulties.

Sisters, may the fervor for God’s work that burned in our Father’s heart also be kept alive in us.

Happy feast of St. Dominic!

 

                                                                       With my fraternal embrace and prayer

                                               

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Prioress General

 

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Carta de la Priora General – Santo Domingo de Guzmán 2024

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Sto. Domingo de Guzmán 2024

Muy queridas hermanas,

Quisiera continuar en esta carta seguir animándonos y adentrarnos cada vez más al gran acontecimiento que la Iglesia nos presenta con la celebración del Jubileo 2025.  Con ocasión de la fiesta de Sta. Catalina de Siena hemos reflexionado sobre la importancia de la oración en su vida que nos sirve de motivación para tomar parte en la “sinfonía” de oración a la que el Santo Padre desea dedicar este año.

            Ahora que estamos a la puerta de la fiesta de Ntro. Padre Sto. Domingo quisiera seguir en esa misma línea y pensar ¿cómo respondería él a la llamada del Papa de “mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada”, expresado en el lema “Peregrinos de la esperanza”? ¿Qué podemos aportar nosotras a esta llamada a través de nuestro carisma?

            Quizás rememorando los rasgos significativos de nuestro padre, su postura ante las inquietantes situaciones en la época que vivió puede darnos luz y encontrar sentido también hoy en nuestra realidad. Vemos situaciones político-social y eclesial en distintas partes del mundo que pueden hacernos sentir incapaces de afrontarlas.  Surgen movimientos de extremismos en ideologías, que muchas veces desembocan en la violencia, movimientos que reivindican o discriminan, movimientos cismáticos en el mismo seno de la Iglesia,… Estos o más son para mi manifestaciones de las dos realidades más profundas que están creciendo en nuestro mundo: el ansia de poder y la ignorancia religiosa.

            Sto. Domingo afrontó estas dos realidades en su tiempo porque estaba convencido de que había un más allá de todas estas.  Poseía una esperanza enraizada en su experiencia de Dios y buscaba la voluntad divina en lugar de dejarse llevar por la corriente de la mentalidad social y eclesial que prevalecía.  Sabemos muy bien que lo que le movió a fundar la Orden fue la existencia y expansión de la herejía albigense, una ignorancia religiosa que llevó a muchos a desviarse de las verdades de la fe cristiana.  Y el crecimiento de los seguidores de esta herejía causó la lucha de poder entre los nobles en el sur de Francia por lo que surgió la cruzada contra los albigenses, apoyada por la Iglesia, cuyo interés era consolidar su poder e influencia en la sociedad general. 

            Sto. Domingo desempeñó un papel crucial en la lucha contra la herejía albigense en el sur de Francia pero se negó a participar en la cruzada contra los albigenses, porque no creía que la violencia era el método legítimo y eficaz para afrontar la herejía. En cambio, insistió en la predicación como el medio adecuado para erradicarla.  Centró su esfuerzo en la conversión de las personas a través de la palabra, la enseñanza y el diálogo. Esta postura refleja su profundo compromiso con la búsqueda de la verdad y la pasión a la evangelización que lo llevó a recorrer caminos para llevar el mensaje de Cristo, especialmente a los que habían caído en la herejía.  Con constancia predicaba con claridad y sencillez, basándose en la Biblia para persuadir y hacer resonar en la gente el mensaje del evangelio y ayudarles a vivir la fe de manera auténtica. Detrás de esa labor incansable, Sto. Domingo cultivaba una profunda vida interior. La oración era su fuente de fortaleza y discernimiento. En esos momentos de comunión con Dios, encontraba la esperanza que lo sostenía en su misión.

            He señalado este hecho histórico en la vida de nuestro padre para no dejarnos llevar por la tendencia a la desesperanza que a veces se siente ante las realidades difíciles hoy en día, de sentirnos decepcionadas o frustradas porque parece ser que nuestros esfuerzos no producen los frutos que deseamos. Estoy convencida que nuestro estilo de vida es ya un signo de esperanza si lo vivimos en fidelidad y autenticidad, mostrando una confianza inquebrantable en Dios.

            Creo que nuestro deber en este tiempo que nos toca vivir es difundir, sembrar, el mensaje del evangelio adonde estemos, destacando el amor de Dios, su misericordia y la promesa de salvación, con constancia y paciencia, como dice el Papa Francisco en una de sus homilías “la esperanza tiene necesidad de paciencia”. Es “la paciencia de saber que nosotros sembramos, pero es Dios quien hace crecer”. También es muy importante no dejar de cultivar nuestra vida interior para no debilitar el contacto con el Único que nos puede sostener: Dios, la fuente de todo; así irradiaremos a todos los que nos rodean la alegría que nace de una experiencia profunda de Dios y daremos testimonio de que la esperanza trasciende todas las dificultades.

            Hermanas, que el entusiasmo por la obra de Dios que ardía en el corazón de nuestro Padre se mantenga vivo también en nosotras.

           ¡Feliz fiesta de Sto. Domingo!

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

 

 

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Noticias de la Curia – Agosto 2024

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Ser buscadoras de Dios y tejedoras de fraternidad para crear juntas, una nueva vida en la Provincia. Por eso, es importante el fomento de la cultura del cuidado entre nosotras porque nos hace responsables del bienestar de unas para con otras.

Tenemos un reto enorme en la transmisión de la fe en el contexto cultural actual.

Llevar a cabo encuentros de Promoción Vocacional.

Hemos de ser Misioneras de Santo Domingo, siempre en búsqueda de la Verdad y la justicia.

Abiertas de mente y corazón hacia las nuevas realidades

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Noticias de la Curia – Junio 2024

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Mirando con un corazón agradecido por todo lo que Dios ha permetido en mi vida, Dios nunca me ha dejado caminar sola. Su amor infinito y su misericordia incondicional me sostiene siempre en medio de mis debilidades (…)

También doy gracias a la comunidad y a todas las hermanas que me han accompañado en este camino vocacional con sus presencias y con sus oraciones.

 

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Letter from General Prioresss – Saint Catalina 2024

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Saint Catalina 2024

Dear sisters,

 

            Journeying towards Jubilee 2025 we are called to prepare ourselves to fully live and welcome it as a special gift of grace. I would like to encourage each of you to let the Holy Father’s call in this regard echo in our minds and hearts: “We must fan the flame of hope that has been given us, and help everyone to gain new strength and certainty by looking to the future with an open spirit, a trusting heart and far-sighted vision. The forthcoming Jubilee can contribute greatly to restoring a climate of hope and trust as a prelude to the renewal and rebirth that we so urgently desire.” (Letter from Pope Francis to Msgr. Rino Fisichella for the Jubilee 2025)

            Celebrating a jubilee implies renewal, rebirth, starting anew, in short, achieving a change that marks an era. This leads me to remember the example and all the effort of our sister, Saint Catherine of Siena, whose feast we are going to celebrate, because she lived in a turbulent period, marked by suffering caused by the Black Death and its consequences and above all by the corruption of the clergy. She bravely, intensely and sincerely loved the Church, the mystical Body of Christ. The idea of reform, of renewal, is fundamental in her vision of the Church. Pope Benedict XVI said that when the fame of her holiness spread, she became the protagonist of an intense activity of spiritual guidance for people from every walk of life: nobles and politicians, artists and ordinary people, consecrated men and women and religious, including Pope Gregory XI who was living at Avignon in that period and whom she energetically and effectively urged to return to Rome.  She travelled widely to press for the internal reform of the Church and to foster peace among the States. … (General Audience, Nov. 24, 2010). Saint Catherine offered her life for the Church, “…if I die, I die of passion for the Church”; she was deeply convinced that the Church of Christ must renew itself, that is, cleanse itself and work for the eradication of the most terrible evils of each era, not in its divine structure but in its members, putting on the new man that Saint Paul speaks of in his letter to the Ephesians (chap 4).

            This year, devoted to prayer as preparation for this great event, let us turn to this illustrious saint who, with the wisdom that flows from her holiness, committed herself to pray with all her strength for the Church. “This soul then, being purified by the fire of divine love, which she found in the knowledge of herself and of God, and her hunger for the salvation of the whole world, and for the reformation of the Holy Church, having grown with her hope of obtaining the same, rose with confidence before the Supreme Father, showing Him the leprosy of the Holy Church, and the misery of the world, saying, as if with the words of Moses, ‘My Lord, turn the eyes of Your mercy upon Your people, and upon the mystical body of the Holy Church, for You will be the more glorified if You pardon so many creatures, and give to them the light of knowledge,… For what is it to me if I have life, and Your people death, and the clouds of darkness cover Your spouse…” (Dialogue 13)

            Sisters, let us take part in this “symphony” of prayer that the Holy Father desires. Like our sister, Saint Catherine, let us commit ourselves more intensely to the task of praying; let us nurture this “inner cell” where our sister learned to live in intimacy with God, knowing herself better and always keeping in mind the needs of the society during her time. The Lord encourages Saint Catherine again and again to never stop praying: “… I want you to do this: never relax the desire of asking for my help, nor lower your voice from crying to me that I may have mercy on the world. Do not stop knocking on the door of my Truth following in His footsteps. Delight yourself in the Cross with Him, eating the food of souls for the glory and praise of my name. Lament with anxiety of heart over the death of the human generation, whom I have seen reach such misery that your tongue would be incapable of narrating. For this lamenting and crying I will show mercy to the world. This is what I ask of my servants and this will be a sign for me that they truly love me. And I will not despise their desires, as I have told you.” (Dialogue, 107)

            With the conviction that God awaits us and listens to us, let us rekindle the desire to be in His presence, to listen to Him, to worship Him, to beg for His mercy and help. Let us make every moment of our self-giving as a gesture of prayer; let us transform our difficulties, our sufferings, our limitations as an offering of prayer that benefits the Church and reaps fruits for the good of our brothers.

            Happy Feastday to all.  May Saint Catherine’s zeal for the reform of the Church and the salvation of the world inspire us.

 

                                                                       With my fraternal embrace and prayer

                                               

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Prioress General

 

 

 

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Carta de la Priora General – Santa Catalina 2024

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Santa Catalina 2024

Muy queridas hermanas,

            Caminando hacia el Jubileo 2025 estamos llamadas a prepararnos para vivirlo en todo su significado y acogerlo como un don especial de gracia.  Quisiera animaros a cada una a hacer resonar en nuestra mente y corazón la llamada del Santo Padre al respecto: “Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente.” (Carta del Santo Padre Francisco a S.E. Mons. Rino Fisichella para el Jubileo 2025)  

            Celebrar un jubileo implica renovación, renacer, comenzar de nuevo, en definitiva hacer realidad un cambio que marca una epoca.  Esto me lleva a recordar el ejemplo y todo el esfuerzo de nuestra hermana, Santa Catalina de Siena, cuya fiesta vamos a celebrar, porque ella vivió en una época convulsa, marcada por el sufrimiento causado por la Peste Negra y sus consecuencias y sobre todo por la corrupción del clero.  Ella amó con valentía, de modo intenso y sincero a la Iglesia, al Cuerpo místico de Cristo.  La idea de reforma, de renovación, es fundamental en su visión de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI contó que cuando se difundió la fama de su santidad, fue protagonista de una intensa actividad de consejo espiritual respecto a todo tipo de personas: nobles y hombres políticos, artistas y gente del pueblo, personas consagradas, eclesiásticos, incluido el Papa Gregorio XI que en aquel período residía en Aviñón y a quien Catalina exhortó enérgica y eficazmente a regresar a Roma. Viajó mucho para solicitar la reforma interior de la Iglesia y para favorecer la paz entre los Estados… (Audiencia General, 24 nov. 2010).  Santa Catalina ofreció su vida por la Iglesia, “… si yo muero, muero de pasión por la Iglesia”; fue profundamente convencida que la Iglesia de Cristo debe renovarse, es decir,  limpiarse y trabajar por la erradicación de los males más terribles de cada época, no en su estructura divina sino en sus miembros, revistiéndose del nuevo hombre del que habla San Pablo en su carta a los Efesios (cap 4).   

            En este año, dedicado a la oración para este gran acontecimiento, acudamos a esta ilustre santa que con la sabiduría que brota de su santidad, se propuso orar con todas sus fuerzas por la Iglesia. “Purificada esta alma en el fuego de la divina caridad, que encontró en el conocimiento de sí misma y de Dios, y animada por la esperanza de la salvación del mundo y de la reforma de la santa Iglesia, se dirigió al Eterno Padre, mostrándole la lepra de la santa Iglesia y la miseria del mundo casi con las mismas palabras de Moisés, diciendo: Vuelve, Señor, los ojos de tu misericordia sobre el pueblo y sobre el Cuerpo místico de la santa Iglesia. Más glorificado serás perdonando a tantas criaturas y dándoles luz de conocimiento, que si me perdonas a mí sola, criatura que tanto te ha ofendido y que es la causa de tantos males. Por esto te pido, divina y eterna Caridad que tengas misericordia de tu pueblo.” (Dialogo 13)

            Hermanas, tomemos parte en esta “sinfonía” de oración que el Santo Padre desea. Como nuestra hermana, Santa Catalina, nos comprometamos con más intensidad a la tarea de orar, construyamos esta “celda interior” donde nuestra hermana supo vivir en la intimidad con Dios, conociéndose más a si misma y teniendo siempre presente las necesidades de la sociedad de aquel tiempo.  El Señor anima una y otra vez a Santa Catalina de no dejar nunca la oración: “… quiero que hagas tú: que nunca aflojes el paso en el deseo de pedir mi ayuda, ni bajes la voz para llamarme, pues yo hago misericordia al mundo. No dejes de dar golpes a la puerta de mi Verdad siguiendo sus huellas. Alégrate con El, comiendo el pan de las almas para gloria y alabanza de mi nombre. Gime con ansiedad sobre el cuerpo muerto del hijo del género humano, al que he visto llegado a tanta miseria, que tu lengua sería incapaz de narrar. Por este gemido y grito haré misericordia al mundo. Esto es lo que pido a mis siervos y esto será para mí signo de que me aman de veras. Y no menospreciaré sus deseos, como te he dicho.” (Diálogo, 107) Con la convicción de que Dios nos espera y nos escucha, reavivamos el deseo de estar en su presencia, de escucharlo, de adorarlo, de suplicar por su misericordia y ayuda.  Hagamos cada momento de nuestra entrega como un gesto de oración; convirtamos nuestras dificultades, nuestros sufrimientos, nuestras limitaciones como ofrenda de oración que obtenga beneficio para la Iglesia y para el bien de nuestros hermanos. 

            Os deseo Feliz Fiesta.  Que el celo de Sta. Catalina para la reforma de la Iglesia y la salvación del mundo nos contagie.

 

 

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

 

 

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