Si hay un sentimiento que toda la humanidad comparte en común en este momento, es la terrible experiencia que trajo el corona virus. Esta pandemia nos ha afectado a cada uno de nosotros en diversos grados. Todos somos conscientes de cómo la limitación de nuestra libertad de movimiento (en cuanto a la ubicación) ha afectado nuestras vidas. El confinamiento, para algunos, significa estar encerrado con personas con las que menos quieren estar. La consecuencia para la mayoría, especialmente en los países menos desarrollado, es la disminución o la pérdida del acceso y los medios para satisfacer las necesidades básicas de la vida. Nuestras entrañas se remueven al ver nuestra incapacidad para aliviar el dolor de aquellos cuya parte de la crisis es más de lo que pueden soportar. Y entonces, le preguntamos a Dios, algunas veces como un niño haciendo rebietas cuando sus padres no le dan explicaciones ante ciertas restricciones: ¿Por qué están pasando estas cosas?
Hay un video publicado por Aquinas Institute sobre si el coronavirus es un castigo de Dios (https://bit.ly/3eDDdGl). De hecho, en el Antiguo Testamento Dios utiliza causas naturales para transmitir un mensaje: Conocer a Dios. Según Santo Tomás de Aquino, no podemos amar lo que no conocemos. Cuando crecemos en el conocimiento de Dios, también crecemos en el amor por él. La mejor manera de manifestar que una persona conoce a Dios es si obedece sus mandamientos. El Señor Jesús nos dice que el mayor mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas, con todas las fuerzas y potencialidades de uno. Le sigue el mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo. ¿Es suficiente algo catastrófico, como esta pandemia, para merecernos un tiempo para hacernos un alto en el camino y examinarnos individual y comunitariamente? ¿Cómo puedo saber si conozco a Dios? La Biblia nos dice que la forma en que podemos estar seguros de nuestro conocimiento de Cristo es guardando sus mandamientos. (1 Juan 2: 3)
¿Qué tiene que ver el conocimiento de Dios con esta pandemia? Perspectiva. Como comunidad de creyentes, crecemos en el conocimiento y el amor de Dios cuando enfocamos nuestra vista hacia la meta. Todos estamos en un viaje o peregnación y nuestro destino es el cielo. Exitus-reditus es el tema de la Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino. Debemos regresar a Dios, de donde venimos, la verdadera fuente de toda nuestra felicidad y gozo auténtico.
La vida es un regalo de Dios. En el Antiguo Testamento y para los judíos, la sangre que da vida es de Dios. Una persona se vuelve impura cuando toca la sangre, porque entra en estrecho contacto con Dios. La sangre es santa porque pertenece a Dios. Según Levítico, la sangre es santa porque la sangre es la fuente de la vida. La palabra santo en hebreo, Kadosh (קדש q-d-š), significa apartar. Con la venida de Jesús, “la pureza ya no depende de las regulaciones externas de pureza, sino del poder purificador de Jesús, el Santo” (https://bit.ly/2Ik2wAS).
La ciencia dice que el Covid-19 es “una bola puntiaguda de material genético recubierto de sustancias químicas grasas llamadas lípidos, y que mide 80 mil millonésimas de metro de diámetro. La humanidad ha sido abatido por tan minúsculo agresor” (https://bit.ly/3kjIjJ6). Evolucionó y se volvió más mortal con el tiempo.
Entonces, no es incorrecto decir que Dios nos está comunicando algo a través de este virus. Para aquellos que ven a través de los ojos de la fe, es un medio para volver a Él. No es siempre fácil ver las cosas de esa manera, pero para todas las preguntas sin respuesta, ante el Señor nos arrodillamos y oramos como el salmista: No me escondas tu rostro … porque en ti confío (Sal 143 ).
Sor Jacqueline Manuel