Carta de la Priora General – Cuaresma 2024

A través del desierto. Dios nos guía a la libertad

Muy queridas hermanas:

Comenzamos el tiempo de Cuaresma siguiendo el mensaje que el Santo Padre Francisco nos transmite este año, con el tema: “A través del desierto Dios nos conduce a la libertad”.  El Santo Padre nos recuerda una vez más de nuestra llamada a la libertad y como el pueblo de Israel, de vivir el éxodo de la esclavitud a la libertad atravesando el desierto.  Esta llamada “no se agota en un acontecimiento único, porque madura durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar.”

Este tiempo litúrgico es un tiempo providencial para hacer un alto en el camino; pero no solo en soledad sino también como un “pueblo”, como congregación caminando juntas, para examinarnos: ¿estamos dispuestas a atravesar el desierto?, ¿a qué altura hemos llegado?, ¿qué equipaje nos pesa?, ¿hay algo dentro de nosotras que nos ata y nos impide avanzar?

Creo que en cada una de nosotras arde todavía en nuestro corazón el deseo de poder ver con claridad el camino que el Señor nos indica hacia la meta.  Pero sin darnos cuenta vagamos sin rumbo porque los “atractivos de Egipto” nos distraen.  A veces añoramos el pasado para no afrontar las complicaciones del presente; en algunas ocasiones nos agarramos con rigidez a nuestras normas para no interrumpir la tranquilidad de nuestra rutina; o nos entretenemos demasiado con las novedades que la tecnología ofrece y el bienestar “sin esfuerzo” que las redes sociales promueven que nos hemos quedado en lo superficial, lo cómodo, lo que conviene según la mentalidad actual de nuestra sociedad.  Sin embargo, a pesar de que nuestra debilidad nos vence fácilmente, estoy convencida que todas deseamos acercarnos cada vez más a Dios.

Hermanas, el Señor ve nuestras luchas, y con paciencia de un padre nos espera y tiende su mano para encaminarnos juntas a la tierra prometida. No se cansa de nosotras, no se detiene en llamarnos de nuevo a que abandonemos nuestras esclavitudes.  Tengamos la valentía de atravesar el camino que nos indica durante este tiempo: pasar por el desierto.  Como dice el Santo Padre:  “La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17). Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida. Como un esposo nos atrae nuevamente hacia sí y susurra palabras de amor a nuestros corazones.”

Quizás para muchas el desierto es insoportable porque asemeja situación de aridez, de vaciedad, de silencio o ausencia de Dios.  Recordamos que nuestro Señor Jesucristo también pasó por el desierto y allí venció las tentaciones del diablo; eso fue la prueba de su libertad.  Para nosotras, es una oportunidad para mirarnos con sinceridad, redescubrir la presencia entrañable del Señor en nuestro interior, la fuente de nuestra fuerza y escuchar su palabra de amor, así con la ayuda de su gracia y confiando en su Palabra: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2), podremos afrontar las tentaciones y liberarnos de las ataduras que nos impiden avanzar.

Que las prácticas tradicionales de oración, ayuno y limosna de este tiempo broten de una experiencia profunda de la Palabra de Dios,  porque encontrar al Señor dentro de nosotras implica descubrirlo en el rostro de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de los que sufren. “El amor a Dios y al prójimo es un único amor.”

Como Congregación, vivamos la penitencia cristiana con alegría y ánimo,  realicemos gestos capaces de fomentar a que se desenvuelva la solidaridad y fraternidad en nuestro entorno.

Hermanas, vivamos la Cuaresma con mucha esperanza para llegar gozosas a la Pascua de Resurrección. Unidas a Cristo hagamos el camino: su paso de la muerte a la vida es también nuestro. No nos cansemos de anunciar y testimoniar con nuestra vida, el gozo y la alegría de Cristo Resucitado.

 

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

 

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