Carta de la Priora General – Cuaresma 2023

Cuaresma 2023

 

Queridas Hermanas:

 

            Comenzamos un nuevo camino de Cuaresma, la del año 2023, que se abre con la imposición de la ceniza. ¿Qué sentido tendría este acto en el contexto que vivimos? Gozamos de muchos progresos: realizar compras online, comunicarnos con personas de los cinco continentes, teletrabajar en casa, etc.; por otro lado, nos sentimos impotentes ante las diferentes guerras: de Myanmar, Ucrania, Syria… y otros conflictos armados en diferentes países que han sido relegado en segundo plano a los medios de comunicación, pero que gracias al reciente viaje del Papa Francisco a la República Democrática del Congo y Sudan del Sur, hemos podido constatar su existencia. 

            Ante esta realidad podemos preguntarnos ¿qué puede significar la ceniza en estos tiempos?  Pués lo mismo que en todas las épocas, nos ayuda a ser conscientes de nuestra fragilidad humana; nos recuerda, que a pesar de las grandezas humanas, somos débiles, y necesitamos hacer un alto en el camino para reflexionar. Nos introduce a adentrarnos en la Cuaresma, un tiempo de gracia que nos invita a mirar más de cerca nuestra relación con Dios, cómo nos hemos dejado transformar por su amor y que muchas veces suscita en nosotras el deseo de cambiar muchas cosas en nuestra vida, no sólo en los detalles externos, pero sobre todo en el sentido profundo, en las raíces, en totalidad.

            La Iglesia nos invita de nuevo a profundizar en las tres prácticas que propone para este tiempo: oración, ayuno y limosna.  La oración nos une a Dios,  nos centra en Él y nos ayuda a establecer un orden de prioridades. Hermanas, creo que en este aspecto tenemos mucho que trabajar.  ¿Realmente Cristo es el tesoro de nuestra vida? Si así es, descubriremos que no necesitamos tantas cosas materiales.  Esto nos llevará al ayuno, a prescindir de cosas innecesarias y compartir con los demás; y más aun a desterrar nuestras actitudes que impiden una verdadera fraternidad en la vida comunitaria.  La limosna que agrada a los ojos de Dios es la que brota de un corazón agradecido, dándose y compartiendo con los demás. Se concretiza en hacernos partícipes de los sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas más necesitados, mostrando gestos de solidaridad especialmente a aquellos que no puden devolvernos nada a cambio. 

            El Santo Padre, reflexionando del evangelio sobre la Transfiguración de Jesús en su mensaje para este tiempo, nos recuerda que subiendo al Monte Tabor, “Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único.” Nos hace comprender que el camino cuaresmal “es “sinodal”, porque no lo hacemos solos sino juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro.”  Este camino tiene como meta “una transfiguración personal y eclesial”. 

            En el mismo mensaje el Santo Padre nos propone dos caminos para llegar a la meta: primero, escuchar a Jesús a través de la Palabra de Dios que diariamente nos ofrece la liturgia. Esta escucha pasa también “por la escucha a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia”. La segunda: “no refugiarse en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones.” La Cuaresma no es un fin en si misma, está orientada hacia la Resurrección y esto nos debe animar a seguir caminando y construyendo la sinodalidad en nuestras comunidades sin miedo.

            Hermanas, que este tiempo nos dejemos transfigurar por nuestra comunión con Jesús para transformar nuestra manera de ver la vida, liberarnos de nuestras esclavitudes y sanar nuestras heridas. “Transfiguradas” creceremos en nuestra responsabilidad evangélica y proclamaremos con gozo y convencimiento la Resurreción del Señor y el amor de Dios que hemos experimentado a nuestros hermanos y hermanas. 

            Que María, nuestra Madre nos lleve de su mano en este camino.

            ¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

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