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Carta de la Priora General – Adviento y Navidad 2023

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Muy queridas hermanas:

            Con el tiempo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico. En esta ocasión fuerte de paso de un año litúrgico a otro, la Iglesia nos invita detenernos un momento para revisar nuestra vida, los valores que vivimos y ver lo que Dios quiere y espera de nosotras para vivir su llamada con profundidad dentro de la realidad que nos rodea.

            “Velad”.  La llamada que escuchamos en el primer Domingo de Adviento de este año nos exhorta a la vigilancia, a la espera activa de la llegada del Señor, de luchar contra la negligencia o cualquier obstáculo que nos impide acoger su venida con todo nuestro ser. ¿Cómo podremos llevar a la práctica tal invitación? El papa San Pablo VI, en su Exhortación Apostólica Marialis Cultus nos ofrece la figura de María como modelo a prepararse, «vigilantes en la oración y… jubilosos en la alabanza», para salir al encuentro del Salvador que viene (cf. nº 4).

            La figura de María tiene una importancia extraordinaria en Adviento y Navidad porque por ella se ha hecho realidad nuestra principal razón para celebrar: lo más esperado de la humanidad, el nacimiento del Mesías, el Verbo que se hace carne en el humilde portal, y así habitar entre nosotros.  Me gustaría subrayar lo que tiene de imitable, las virtudes que la hizo oyente de la palabra, virgen orante y madre fecunda:  su fe, su esperanza y su caridad.

La fe.  María es la mujer creyente; la mujer que confía plenamente en la Palabra de Dios.  Acoge el mensaje del ángel y acepta que Dios entre en su vida.  Aunque la palabra del ángel la conturbó se abre al proyecto y al plan de salvación de Dios.  María es la mujer con la que está Dios y la mujer que está siempre con Dios. Vive con fe firme su paso en Belén, en la huida a Egipto, al pie de la cruz y su papel de Madre de todos… Porque es una mujer creyente, reconoce la obra de Dios en ella y en la historia. El adviento es un tiempo de gracia para purificar y fortalecer nuestra fe cada día, confiando que nuestro Dios es fiel, que no falla nunca ni se echa atrás.  Con renovada fe acojamos al Dios que nos llama, que nos implica a su obra salvadora en nuestro tiempo.  Tengamos fe, así podremos ver la obra de Dios en el hoy de la historia.

La esperanza.  María es la mujer de la esperanza; de la esperanza en las promesas de Dios y en el Dios de las promesas.  Vive una esperanza constante y activa. Colabora en el cumplimiento de las promesas de Dios, aceptando que el Verbo se encarne en sus entrañas durante los nueve meses de embarazo y lo hace con todo su ser, con su cuerpo, con su sangre, con su mente y corazón, con su trabajo y descanso.  El Adviento nos ofrece una oportunidad de avivar nuestra esperanza, confiando que Dios cumple su promesa.  En nuestro mundo, herido por las guerras, una esperanza renovada fortalece el espíritu a seguir buscando el camino del Señor.

El Papa Benedicto XVI, en la carta encíclica Spe Salvi, nos propone “lugares” de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza.  El lugar primero y esencial es la oración. En el diálogo íntimo y personal con Dios experimentamos la realidad y la cercanía de un Padre que escucha y nos habla. El contacto frecuente con el Señor, en la oración, reaviva y renueva nuestra esperanza porque nos acercamos con la convicción de que Dios siempre atiende nuestras súplicas y está dispuesto a ayudarnos. “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme.” (nº 32)

La caridad.  María es la mujer del amor; del amor a Dios, dispuesta a cumplir su voluntad, del amor a los que necesitan su ayuda:  asiste a su prima Isabel, ya mayor en edad y embarazada, hace lo posible para poner el vino mejor en la fiesta de los novios en las bodas de Caná, apoya con su presencia maternal a los apóstoles en el Cenáculo, rogando y esperando la venida del Espíritu Santo… y del amor a todos los hombres especialmente a los pobres y a los que más sufren.  Como dice santa Teresa del Niño Jesús: “la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón”, el tiempo de Adviento y Navidad es un tiempo propicio para dejar que salga en gestos concretos lo que guardamos en el fondo de nuestro corazón.  Recordamos lo que el Papa Francisco nos advierte en su mensaje en la Jornada Mundial de los Pobres 2023 que “cuando estamos ante un pobre no podemos volver la mirada hacia otra parte, porque eso nos impedirá encontrarnos con el rostro del Señor Jesús… Cada uno de ellos es nuestro prójimo. No importa el color de la piel, la condición social, la procedencia… Estamos llamados a encontrar a cada pobre y a cada tipo de pobreza, sacudiendo de nosotros la indiferencia y la banalidad con las que escudamos un bienestar ilusorio.” (nº 3)

Que la Virgen María nos ayude para que, al acercarnos a la Navidad, no nos detengamos a lo superficial, sino que esforcemos para que crezca nuestra fe, esperanza y caridad. Así hagamos espacio en nuestros corazones a Aquel que ya ha venido y quiere volver a venir para establecer su Reino en nosotros y llenarnos con su alegría, paz y amor.

            ¡Feliz Adviento y Navidad!

 

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

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Carta de la Priora General – Nuestra Señora del Rosario 2023

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Nuestra Señora del Rosario 2023

Queridas  hermanas:

Cuando comienza el mes de octubre me viene al pensamiento la celebración de la fiesta de Ntra. Señora del Rosario, una celebración muy entrañable para nosotras ya que venimos de las raíces de la Provincia de la Orden que lleva su nombre y crecemos como Congregación bajo su protección.

Hoy día vivimos en una sociedad que se enfrenta con distintos desafíos. A veces nuestro estado de ánimo se decae, porque cada día, lo que vemos en los medios de comunicación y en las redes sociales son diversas noticias y sucesos que tienen que ver con problemas graves de la sociedad actual: la guerra, el cambio climático, la pobreza y más..; que aunque intentamos ver los signos de la presencia de Dios, nos encontramos con signos opuestos, negativos, que nos hacen creer que Él está ausente… y se oye la pregunta: “¿tiene sentido creer, tiene sentido orar?”. Esto me mueve a volver la mirada hacia aquel acontecimiento histórico importante que impulsó a que se estableciera esta fiesta con advocación de la Santísima Virgen del Rosario:  La Batalla de Lepanto el 7 de octubre 1571.  

Se cuenta que mientras en el Mediterráneo se libraba la última gran batalla naval de la historia, en Roma miles de fieles recitaban el Rosario acompañando al papa Pío V.  La batalla duró desde las primeras horas de la mañana hasta la noche, y en la mañana siguiente el Papa anunciaba la feliz noticia a todos los presentes reunidos en la plaza: la Santísima Virgen había concedido la victoria a los cristianos.  En el aniversario de esta victoria Pío V instauró su conmemoración litúrgica denominándola Nuestra Señora de las Victorias; después, su sucesor, Gregorio XIII, cambió el nombre de la festividad al de Nuestra Señora del Rosario.

No es la única “victoria” atribuida a la intervención de la Virgen del Rosario. Otras batallas se conquistaron bajo su imagen o protección.  Además, en las apariciones reconocidas de la Virgen siempre llevaba el Rosario, indicando la importancia de rezarlo, porque en realidad, en todos los tiempos, junto con el mundo de la solidaridad, de la justicia, de la disponibilidad al servicio y del amor, existe también

 

el mundo de la violencia, de la opresión, de la mentira, del propio interés… y la Virgen nos ha dado una herramienta para ayudarnos a dirigirnos a Dios y asegurarnos de su ayuda porque una madre nunca abandona a sus hijos. En tiempos más tumultuosos, la presencia de la Virgen a través del rezo del Rosario ha sido siempre una fuente de fuerza para seguir creyendo, seguir esperando, seguir aspirando y luchando que se cumpla el plan de Dios en todo.

Es bueno señalar que María también vivió en su propia carne el sufrimiento.  Al nacer el Señor, su hijo, en un pesebre, sin cuna ni ropa adecuada, ¿qué hay más cruel para una madre que ver a su propio hijo sufrir la miseria? Más aun, viendo a su hijo en la cruz, sufrió hasta el fondo de su alma. Pero ella no se desanimó, ni se quejó.  Conservaba todo y lo meditaba en su corazón; aceptaba la realidad como llega, lo meditaba desde la perspectiva de Dios para captar su sentido.

María conoce muy bien las dificultades y los sufrimientos que tenemos que sobrellevar en nuestra vida, también los desafíos que el mundo atraviesa. Por eso, podemos agarrarnos a su mano para sostenernos con fuerza y ánimo.  Estoy convencida que el rezo del Rosario tiene un valor innegable porque es contemplar la fe inquebrantable de la Virgen, y cada vez que lo rezamos nos confirma en la fe, en nuestra vocación y en nuestra misión.  Nos hace ver la grandeza del amor de Dios, manifestado en cada misterio que meditamos. María nos ha mostrado que tiene sentido creer y nos asegura que tiene sentido orar.

En la Batalla de Lepanto, miles de cristianos recitaban el Rosario con el Papa.  Creo también que rezarlo en comunidad, en familia, como grupos de creyentes añade fuerza a esta preciosa oración.  Vale la pena difundir su devoción.

Pidamos a la Virgen del Rosario que nos sostenga en nuestra peregrinación en este mundo y que nos ayude a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio.

 

¡Feliz fiesta a todas!

 

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

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Carta de la Priora General – Sto Domingo de Guzmán

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Sto. Domingo de Guzmán 2023

Queridas hermanas:

            Al finalizar nuestro encuentro de gobiernos, en vísperas de celebrar la fiesta de nuestro padre Sto. Domingo, deseo animaros a dar gracias a Dios por hacernos partícipes del carisma que él nos ha legado y que siempre es actual donde quiera que desempeñemos nuestra misión.  Nuestro Padre nos dejó un carisma que tiene que seguir dando vida como él la dio en su tiempo.

En el encuentro de gobiernos hemos podido constatar distintas vivencias en el ejercicio de la autoridad y la sinodalidad en nuestro instituto, vivencias que a veces obstaculiza nuestra misión como portadoras de la verdad y compasión que nuestro padre vivió en plenitud y deseó que siguiese como distintivo propio de la Familia dominicana. Por ello nos sentimos llamadas a fortalecer entre nosotras la cultura del cuidado y hacer más real la sinodalidad que ya se refleja en nuestra estructura congregacional.

Veamos más de cerca a nuestro padre y aprendamos su delicadeza en el trato con todos y en el ejercicio de la autoridad.  Su primer biógrafo y sucesor, fray Jordán de Sajonia, nos dice que «con su alegría se atraía fácilmente el afecto de todos y cuantos le miraban quedaban de él prendados; donde quiera que se hallase, en casa o de viaje predicando, siempre tenía palabras de edificación y abundaba en ejemplos con los que inclinaba a los ánimos de los creyentes al amor de Cristo».  Nuestra vida comunitaria será un espacio donde todas crecemos si tenemos siempre en cuenta el impacto que nuestra palabra pueda producir a quien la dirijamos. Una palabra de ánimo, de consuelo, de apoyo, de pedir perdón es suficiente para que la hermana se sienta valorada y amada; y a su vez capaz crear un ambiente donde nos sintamos más fraternalmente unidas unas con otras.

Domingo fue revestido de sensibilidad, ternura y compasión, esto le hacía tener una gran capacidad para salir de sí mismo y colocarse en el puesto y en la situación del prójimo, tanto en el dolor como en la alegría, porque compadecer al prójimo es sintonizar con él, compartir sus sentimientos. Su sensibilidad y su ternura lo mostraba en el trato cálido y humano con todos.  La ternura que sentía hacia todos, hizo de él un experto en la corrección fraterna, “todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón, y, amándolos a todos por todos era amado”.  La dignidad de la persona para él era sagrada por eso  siempre corregía con amabilidad cuidando no herir a nadie.

Él también tuvo presentes los valores de la solidaridad, la colegialidad, la búsqueda de la verdad y el bien común. 

Según su biógrafo Pedro Ferrando, la compasión resplandece ya desde su niñez: “Desde su infancia creció con él la compasión, de modo que concentraba en sí mismo las miserias de los demás, hasta el punto que no podía contemplar aflicción alguna sin participar de ella”. Hay un acontecimiento famoso del joven Domingo que viene bien recordar aquí. Una gran hambre sobrevino en la región de Palencia. Domingo se compadeció profundamente de los pobres y les fue entregando todo lo que tenía, incluso lo que más apreciaba, sus libros, que estarían llenos de notas y que supondrían una fortuna, no sólo económica sino intelectual. Con este gesto brillaba la solidaridad de nuestro padre.

También fue atento a los signos de los tiempos,  sensible y abierto a las realidades humanas y a los acontecimientos temporales, porque en ellos también habla Dios.  Él veía cada situación con los ojos de Dios y fue capaz de comprender cada momento e iluminarlo con la luz del Evangelio, abierto al diálogo con los hermanos, lo cual significa escuchar, además de hablar.  Preguntémonos sinceramente, ¿cómo es nuestra manera de escuchar? La verdadera escucha implica no sólo el oido sino todos los sentidos y con empatía, haciendo que el otro se sienta acompañado en su caminar, sin olvidar que lo que se busca es la voluntad de Dios.

Hermanas, nuestro padre Sto. Domingo tiene mucho que enseñarnos, estemos abiertas para fortalecer en nosotras estas caracteristicas tan actuales y necesarias en nuestra vida y sociedad actual.

Ante la Virgen del Camino pido para que ella  nos proteja en nuestro diario caminar.

¡Os deseo una feliz fiesta de nuestro padre Sto. Domingo!

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

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Carta de la Priora General – Santa Catalina de Siena 2023

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Santa Catalina de Siena 2023

Muy queridas hermanas: 

En medio del gozo de la Pascua de Resurrección, nos encontramos con la celebración de la fiesta de nuestra gran hermana, Catalina de Siena, un motivo muy apropiado para seguir profundizando en el Misterio de Cristo Salvador y de la Iglesia, dos temas que estuvieron muy presentes en el  corazón y en la vida de la santa.

Este momento en el que todavía resuena en nuestro corazón y mente la celebración de los 90 años de la Erección canónica de nuestra Congregación, Sta. Catalina nos da un ejemplo de entrega al servicio de Dios y de la Iglesia.  

Viviendo en una época extremadamente convulsa, la santa, por amor a Cristo, supo siempre amar a la Iglesia. Aprendió a reconocer en ella el cuerpo del Señor, cuerpo tan a menudo desfigurado y desgarrado. Supo realmente «ensuciarse las manos» reconociendo siempre y en todo caso que Cristo está presente en el Papa como en los pobres, en los que sufren, en los presos, en los sacerdotes, en las familias, en la jerarquía eclesial aunque dominada por la mundanidad y el poder.

Este fue el cuerpo de Cristo que Sta. Catalina tocó con sus manos, el cuerpo de Cristo que siempre ha amado incondicionalmente. Ella estaba convencida que nadie puede volver a gozar de Dios en el abismo de la Trinidad, sin la ayuda de la Iglesia, porque todos tenemos que pasar por la puerta de Cristo crucificado, y esta puerta no se encuentra en otro lugar que en la Santa Iglesia.

Podemos decir que la realidad en que Sta. Catalina vivió se puede comparar con nuestra propia realidad.  No hace falta enumerar situaciones que reflejan “el cuerpo desfigurado y desgarrado del Señor” en el mundo y en la Iglesia misma.  Y este es el reto que nos toca afrontar, y espero que así sea, con renovada entrega como nos comprometimos en la celebración de nuestros 90 años a mantener el brillo de la misión que el Señor nos ha confiado.

El caminar juntas en este tiempo que nos toca vivir nos implica no sólo a nombrar los errores o señalar causantes, sino como Sta. Catalina esparcir a los cuatro vientos, a través de nuestra vida, profundas convicciones de valores constructivos de perdón,  reconciliación y paz.

Catalina, sumida en la amargura por los males que agobian a la Iglesia, se abisma en la contemplación de la Misericordia y de la Providencia y puso toda su confianza en la promesa de la misericordia divina sobre el hombre y la Santa Iglesia. Su fe inquebrantable y experiencia de Dios, la movió a despertar un mundo adormecido y sordo del grito de los hermanos sufrientes.

Catalina no disponía de los medios de comunicación modernos, no obstante, su predicación era más eficaz porque creía que es Dios mismo quien sigue escuchando los clamores de su pueblo y se manifiesta a través de los que llama para comunicar su misericordia siempre activa, la misericordia de la que somos objeto y sujeto a la vez.

Una evangelización como la de Sta. Catalina que grita con su vida, con sus palabras, con su ejemplo ante el mundo que le rodea, firme y fiel a su convicción de que “todo cambio ha de ser gestado en el corazón del hombre… donde se caldean la complementariedad y la fraternidad” puede ofrecer respuesta a lo que el mundo y la Iglesia necesitan en nuestro tiempo.

Hermanas, que el ejemplo y la intercesión de Sta. Catalina nos avive el fervor de nuestra entrega total a Dios y a la Iglesia.

            ¡Feliz Fiesta!

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

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Carta de la Priora General – Cuaresma 2023

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Cuaresma 2023

 

Queridas Hermanas:

 

            Comenzamos un nuevo camino de Cuaresma, la del año 2023, que se abre con la imposición de la ceniza. ¿Qué sentido tendría este acto en el contexto que vivimos? Gozamos de muchos progresos: realizar compras online, comunicarnos con personas de los cinco continentes, teletrabajar en casa, etc.; por otro lado, nos sentimos impotentes ante las diferentes guerras: de Myanmar, Ucrania, Syria… y otros conflictos armados en diferentes países que han sido relegado en segundo plano a los medios de comunicación, pero que gracias al reciente viaje del Papa Francisco a la República Democrática del Congo y Sudan del Sur, hemos podido constatar su existencia. 

            Ante esta realidad podemos preguntarnos ¿qué puede significar la ceniza en estos tiempos?  Pués lo mismo que en todas las épocas, nos ayuda a ser conscientes de nuestra fragilidad humana; nos recuerda, que a pesar de las grandezas humanas, somos débiles, y necesitamos hacer un alto en el camino para reflexionar. Nos introduce a adentrarnos en la Cuaresma, un tiempo de gracia que nos invita a mirar más de cerca nuestra relación con Dios, cómo nos hemos dejado transformar por su amor y que muchas veces suscita en nosotras el deseo de cambiar muchas cosas en nuestra vida, no sólo en los detalles externos, pero sobre todo en el sentido profundo, en las raíces, en totalidad.

            La Iglesia nos invita de nuevo a profundizar en las tres prácticas que propone para este tiempo: oración, ayuno y limosna.  La oración nos une a Dios,  nos centra en Él y nos ayuda a establecer un orden de prioridades. Hermanas, creo que en este aspecto tenemos mucho que trabajar.  ¿Realmente Cristo es el tesoro de nuestra vida? Si así es, descubriremos que no necesitamos tantas cosas materiales.  Esto nos llevará al ayuno, a prescindir de cosas innecesarias y compartir con los demás; y más aun a desterrar nuestras actitudes que impiden una verdadera fraternidad en la vida comunitaria.  La limosna que agrada a los ojos de Dios es la que brota de un corazón agradecido, dándose y compartiendo con los demás. Se concretiza en hacernos partícipes de los sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas más necesitados, mostrando gestos de solidaridad especialmente a aquellos que no puden devolvernos nada a cambio. 

            El Santo Padre, reflexionando del evangelio sobre la Transfiguración de Jesús en su mensaje para este tiempo, nos recuerda que subiendo al Monte Tabor, “Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único.” Nos hace comprender que el camino cuaresmal “es “sinodal”, porque no lo hacemos solos sino juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro.”  Este camino tiene como meta “una transfiguración personal y eclesial”. 

            En el mismo mensaje el Santo Padre nos propone dos caminos para llegar a la meta: primero, escuchar a Jesús a través de la Palabra de Dios que diariamente nos ofrece la liturgia. Esta escucha pasa también “por la escucha a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia”. La segunda: “no refugiarse en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones.” La Cuaresma no es un fin en si misma, está orientada hacia la Resurrección y esto nos debe animar a seguir caminando y construyendo la sinodalidad en nuestras comunidades sin miedo.

            Hermanas, que este tiempo nos dejemos transfigurar por nuestra comunión con Jesús para transformar nuestra manera de ver la vida, liberarnos de nuestras esclavitudes y sanar nuestras heridas. “Transfiguradas” creceremos en nuestra responsabilidad evangélica y proclamaremos con gozo y convencimiento la Resurreción del Señor y el amor de Dios que hemos experimentado a nuestros hermanos y hermanas. 

            Que María, nuestra Madre nos lleve de su mano en este camino.

            ¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

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