Carta de la Priora General – Nuestra Señora del Rosario 2023

Nuestra Señora del Rosario 2023

Queridas  hermanas:

Cuando comienza el mes de octubre me viene al pensamiento la celebración de la fiesta de Ntra. Señora del Rosario, una celebración muy entrañable para nosotras ya que venimos de las raíces de la Provincia de la Orden que lleva su nombre y crecemos como Congregación bajo su protección.

Hoy día vivimos en una sociedad que se enfrenta con distintos desafíos. A veces nuestro estado de ánimo se decae, porque cada día, lo que vemos en los medios de comunicación y en las redes sociales son diversas noticias y sucesos que tienen que ver con problemas graves de la sociedad actual: la guerra, el cambio climático, la pobreza y más..; que aunque intentamos ver los signos de la presencia de Dios, nos encontramos con signos opuestos, negativos, que nos hacen creer que Él está ausente… y se oye la pregunta: “¿tiene sentido creer, tiene sentido orar?”. Esto me mueve a volver la mirada hacia aquel acontecimiento histórico importante que impulsó a que se estableciera esta fiesta con advocación de la Santísima Virgen del Rosario:  La Batalla de Lepanto el 7 de octubre 1571.  

Se cuenta que mientras en el Mediterráneo se libraba la última gran batalla naval de la historia, en Roma miles de fieles recitaban el Rosario acompañando al papa Pío V.  La batalla duró desde las primeras horas de la mañana hasta la noche, y en la mañana siguiente el Papa anunciaba la feliz noticia a todos los presentes reunidos en la plaza: la Santísima Virgen había concedido la victoria a los cristianos.  En el aniversario de esta victoria Pío V instauró su conmemoración litúrgica denominándola Nuestra Señora de las Victorias; después, su sucesor, Gregorio XIII, cambió el nombre de la festividad al de Nuestra Señora del Rosario.

No es la única “victoria” atribuida a la intervención de la Virgen del Rosario. Otras batallas se conquistaron bajo su imagen o protección.  Además, en las apariciones reconocidas de la Virgen siempre llevaba el Rosario, indicando la importancia de rezarlo, porque en realidad, en todos los tiempos, junto con el mundo de la solidaridad, de la justicia, de la disponibilidad al servicio y del amor, existe también

 

el mundo de la violencia, de la opresión, de la mentira, del propio interés… y la Virgen nos ha dado una herramienta para ayudarnos a dirigirnos a Dios y asegurarnos de su ayuda porque una madre nunca abandona a sus hijos. En tiempos más tumultuosos, la presencia de la Virgen a través del rezo del Rosario ha sido siempre una fuente de fuerza para seguir creyendo, seguir esperando, seguir aspirando y luchando que se cumpla el plan de Dios en todo.

Es bueno señalar que María también vivió en su propia carne el sufrimiento.  Al nacer el Señor, su hijo, en un pesebre, sin cuna ni ropa adecuada, ¿qué hay más cruel para una madre que ver a su propio hijo sufrir la miseria? Más aun, viendo a su hijo en la cruz, sufrió hasta el fondo de su alma. Pero ella no se desanimó, ni se quejó.  Conservaba todo y lo meditaba en su corazón; aceptaba la realidad como llega, lo meditaba desde la perspectiva de Dios para captar su sentido.

María conoce muy bien las dificultades y los sufrimientos que tenemos que sobrellevar en nuestra vida, también los desafíos que el mundo atraviesa. Por eso, podemos agarrarnos a su mano para sostenernos con fuerza y ánimo.  Estoy convencida que el rezo del Rosario tiene un valor innegable porque es contemplar la fe inquebrantable de la Virgen, y cada vez que lo rezamos nos confirma en la fe, en nuestra vocación y en nuestra misión.  Nos hace ver la grandeza del amor de Dios, manifestado en cada misterio que meditamos. María nos ha mostrado que tiene sentido creer y nos asegura que tiene sentido orar.

En la Batalla de Lepanto, miles de cristianos recitaban el Rosario con el Papa.  Creo también que rezarlo en comunidad, en familia, como grupos de creyentes añade fuerza a esta preciosa oración.  Vale la pena difundir su devoción.

Pidamos a la Virgen del Rosario que nos sostenga en nuestra peregrinación en este mundo y que nos ayude a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio.

 

¡Feliz fiesta a todas!

 

 

                                                                       Un abrazo fraternal y mi oración,

Sor Mª Asunción González, O.P.

                                                         Priora General

 

 

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